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Toda la vida, antes de ser mamuchi, me había dedicado a subir en todas las atracciones habidas y por haber en todos los parques de atracciones que pude visitar en mi corta vida. La feria mecánica en Santo Domingo, los dejé a todos boquiabiertos subiendo en las menos recomendables de las atracciones, y en las más altas; en Madrid, Warner Bros Park, hicimos colas enormes para poder subir a las montañas rusas, una de ellas un año después la cerraron por insegura, la caída libre la repetí como 6 veces seguidas, y en Port Aventura me reía del Dragon Khan, sin contar el ya desaparecido Péndulo del Parque Tibidabo, un año después de subir yo cayó matando a una chica y dejando heridas a varias personas... En la feria de abril de años anteriores me paseaba por las más altas atracciones como si nada.
El otro día al subir a aquella atracción, sentí que casi no podía respirar, tuve taquicardia antes de que empezara la bajada, una tortura... flipante. Recordé los besos que he dado, los te quiero que nunca dije, las palabras perdidas, los libros inacabados, los abrazos que nunca me dieron, los susurros que no sentí y todas las sensaciones que me faltan por experimentar. Mi pequeña, cómo iba a dejar a mi nena si se me paraba el corazón. Sé que estaréis pensando que soy una súper exagerada, que no era para tanto. Pero el susto que pasé fue real. Claro después de bajar hubiera vuelto a subir unas cuantas veces más, por la liberación de adrenalina y eso. Me quedó una sensación de libertad fascinante. Todo me parecía mucho más agradable, como si hubiera renacido de mis cenizas. Que viva la vida!
Después fuimos a comer una parrillada, chuches, manzanas de caramelo y a disfrutar de la mejor compañía, la familia con la que compartes los momentos más agradables de la vida. Nos reímos tanto que me muero de ganas por regresar el año que viene y, quien sabe, volver a subir en la especie de "U"abierta que casi acaba conmigo.
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