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domingo, 11 de octubre de 2015

La increíble pero cierta historia de cuando salí con un modelo

Lo bueno de ser single entre 25 y 45 años en una ciudad como Barcelona es que puedes conocer una gran cantidad de personas,  muchas de ellas interesantes,  otras pasan sin pena ni gloria,  unas se convierten en grandes amigos y a otra las quieres sólo como amigo de otras personas a las que tú no conoces ni tienes la intención de hacerlo.

Puedes ir quedando con uno y con otro hasta que llega el definitivo (por el momento), eso del definitivo es relativo,  pero no vamos a ponernos profundos ahora... La idea es explicar algo fresco, nuevo,  divertido y distendido.

Un día en esa página de ligar me llegó una solicitud para hablarme,  cuando vi la foto de perfil casi me caigo de la silla. 
-Madre mía!  Pero qué guapo!

Yo, que soy muy escéptica con eso de la foto de perfil, me  puse a Indagar inmediatamente en su perfil,  hacía mucho tiempo que no veía un chico tan guapo,  y hacía mucho tiempo que no veía un chico tan guapo interesarse en mí... y no es que los que se me acercaban eran feos, sino que este chico era realmente impresionante. Salía una foto sólo con unos vaqueros,  qué harían babear hasta a una monja,  una con un traje impecable como esos de las películas románticas,  otra más normalita.

Labios carnosos,  ojos  marrones verdosos, grandes y expresivos,  envueltos en unas pestañas muy negras y largas que le daban un aspecto soñador,  un toque bronceado, pelo muy negro y abundante,  vamos,  lo que diríamos un bombón. Tenía un cuerpazo muy trabajado pero no exagerado,  y una sonrisa espléndida que te hacía sonreír sólo de admirarla.

Acepté su solicitud para hablar,  a pesar de que sólo tenía 25 años,  pero cómo iba a rechazar esa oportunidad?  Entonces hablamos.  Hablando me di cuenta de que era muy muy joven y majo,  pero sobretodo joven,  cosa que en un futuro cercano podría ser un problema.

Lo primero que le dije fue:
- Tú eres consciente de que tengo 30 años y una hija?

Me encantan los críos! - me contestó.
Me quedé hipnotizada (o idiotizada) mirando el móvil y preguntándome si el hombre perfecto existía tenía que ser como ese.

Me explicó que trabajaba de modelo,  hacía prácticas en un gimnasio (todo esto viene porque acabo de salir del gimnasio con mi prima y me siento generosa, tanto como para explicar esta historia tan íntima) porque había hecho el módulo superior de actividades deportivas,  y que además trabajaba en una tienda de moda... chico guapo y activo!
El caso es que intercambiamos los teléfonos y empezamos a hablar y hablar,  era agradable,  pero no podía evitar sentir una ternura que no era normal.

La noche de la shopping nigth Naomie y yo nos fuimos de tiendas y le envié un mensaje para ver si le tocaba trabajar,  así podría verlo en persona,  tuvimos suerte, y además quería tener un testigo presencial por si me desmayaba o me quedaba muda delante del chico.  Naomie ya se refería a él como mi novio,  y a mi me entraba la risa tonta.

Pasamos por la tienda Guess, las dos somos muy fieles a ella,  y ahí tomamos un botellín de Codorniu,  y después nos dirigimos hacia donde trabajaba el bombón.  Antes de entrar me empecé a poner nerviosa: "Cómo tengo el pelo?  Espera que me pongo pintalabios,  un momento. "- Naomie me dijo: entramos ya!

La tienda estaba llena hasta los topes,  tanta gente a las 00.30h paseando por el centro.  De repente se detiene el tiempo,  bueno,  no se detuvo del todo,  pero todo empezó a ir a cámara lenta;  ya no me molestaba el ruido de la multitud,  ni la música tan alta que había en la tienda,  ni siquiera me molestaba que la gente me empujara para pasar,  porque ahí estaba él viniendo hacia mí. Tan guapo como en las fotos, mientras se acercaba sonreía, Naomie me daba golpecitos en el brazo para que espabilara, y yo estaba como cegada mirando al bombón...
- guapísima! Que tal?- me dijo mientras me daba dos besos.

- muy bien!  Aquí dando una vueltecita!
Naomie -bombón,  bombón- Naomie,  así los presenté (bombón no es su verdadero nombre).

- nos indicó donde podíamos tomar un gintónic, y cruzamos tres palabras más. 

Al cabo de una semana volvimos a quedar para tomar un café,  digo café porque yo tomé un café.  Él tomó un colacao. Sí,  un colacao. No le gustaba el café,  eso era para personas mayores.

Hablamos mucho rato,  y todo el rato me decía: Qué carita más bonita!

Mientras hablamos me di cuenta de que empecé a sentir una ternura profunda,  la misma que sentía cuando llegaba al trabajo y me abrazaban todos los niños,  me lo imaginaba como uno más, todo bonito,  entonces sus palabras empezaron a sonar como las de un niño,  de repente me di cuenta de que no podría ver más que un niño.  Uno de 5 años,  de esos que cada día me decían: Ruth,  avui estás molt guapa!

Qué rabia!  Si al menos se hubiera tomado un dichoso café

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